El viernes 30 de junio se presentó en el Centro de las Artes de la UNSAM David Toop, músico, productor, artista sonoro y escritor inglés.
Ante una gran cantidad de asistentes, el espacio del Centro de las Artes fue un marco ideal para encontrarse con la curiosidad que tiene Toop por los sonidos.
Todo comenzó con una suerte de homenaje a los 4’33” de John Cage. Toop leyendo en un rincón, esperando que los murmullos bajaran; y luego deambulando entre sus objetos y dispositivos, lentamente, tomando alguno, sin hacer mucho más. Sonaban toses, sillas corriéndose, el frotar de las camperas y un paisaje sonoro urbano incesante que nos invadía desde la avenida Rivadavia.
Entonces Toop tomó en sus manos lo que parecían ser unos papelitos picados, para amasarlos. Ese fue el primer microsonido que obligó a las casi trescientas personas a agudizar el oído para alcanzarlo. De allí en más se puso a jugar como un niño amargo con sus dispositivos: un reproductor de mp3 sobre una especie de olla con papel manteca, unos aparatos que vibraban o se movían sobre guitarras eléctricas. Así fue generando sonidos continuos que debían apreciarse en toda su esencia: la forma del sonido, más allá de la forma de la obra global. La verdad es que no se veía bien desde todos los lugares, pero entendí que no debía averiguar cómo hacía cada sonido; eso es una anécdota, son los espejitos de colores, es la parte de show que no debería interesar si lo que queremos es acceder al sonido puro y dejar que nos inunde.
Ese continuo luego fue alimentado con Toop tocando la flauta traversa. Más que tocándola, obligándola a ofrecer objetos sonoros, sonidos desprovistos de un contexto narrativo y ruidos. Con su computadora y consola también jugó, llegando a ofrecer sonidos estridentes a gran volumen, que lograban molestar.
La intención es esa: mostrarnos la dimensión sonora en su valor más elemental, atraída por inventos que lograban tipos de sonido raros o poco habituales. Puede acusarse a estos espectáculos de pretenciosos, y seguramente lo son, pero de esa pretensión se desprenden ideas entre líneas que habilitan posibilidades de reflexión: ¿qué es el sonido? ¿qué es el ruido? ¿qué es un espectáculo? ¿por qué un ruido puede convertirse en obra cuando se desarrolla en el contexto de un escenario? Son ese tipo de obras que muchas veces son más interesantes de leer, comprender su trasfondo teórico, que presenciarlas. Por eso recomiendo leer “Resonancia siniestra” y “Océano de sonido”, editados en Argentina por Caja Negra. Admiro a Cage por todo lo que quiso decir con sus 4’33” de silencio, pero seguro que si estaba en esas ejecuciones, hubiera muerto de indignación. Pero de eso también se trata un poco: provocar, remover paradigmas, tensionar los parámetros de lo esperado, incluso cuando uno ya espera que este tipo de obras sea concretamente un mero encuentro con el sonido.