El género/formato que no oculta su opinión.
Partamos de algunos acuerdos: el documental sonoro es un contenido que muestra un tema o una problemática de la realidad poniendo énfasis en la construcción sonora con la que se lo presenta. No intenta correr tras la noticia; elige temas más perdurables. El uso de documentos es visto como una excusa o una forma más de elaborar un contenido a medio camino entre el periodismo y el arte. Todo documental sonoro puede ser radiofónico, pero no a la inversa.
Si esto es así, es importante reflexionar sobre las intenciones de este género huidizo: el documental sonoro es necesariamente un engaño, en el sentido más honesto de la palabra.
El documental sonoro, consciente de su época, no intenta brindar un contenido objetivamente. No cree en la objetividad, y no subestima al oyente. Ofrece una mirada sobre algo, y argumenta con datos y sonidos de la realidad.
Todo contenido es una elección: elección de qué contar, de cómo hacerlo, desde dónde y hasta dónde. El documental sonoro no esconde esto; se desnuda ante el oyente en sus intenciones. En este sentido, su honestidad radica en no querer ocultar que hay un recorte, en el carácter deliberado de su vestimenta sonora. El autor del documental sonoro es un pintor, que toma temas de la realidad para hacer obras sobre ellos, proponiendo una mirada estética, artística, basada en documentos, con los cuales contar historias y opinar sobre el mundo.
El documental sonoro es una obra de arte radiofónico cuya inspiración o motivación es una historia o inquietud social que merece ser contada. Así, puede aportar decididamente a ofrecer información valiosa, y a cambiar las cosas. El documental sonoro intenta ofrecer una mirada sin ocultar que es una mirada, e intenta convencer con esas armas, sin dejar de lado el disfrute y la doble apelación racional-emocional para causar identificación y compromiso. El documental sonoro no cree en la revolución sin belleza.