Oír para creer: la era de la voz

Sobre escuchas telefónicas, documento sonoro, rol de la voz y credibilidad.

Siempre que escuchamos una voz, si la conocemos, sabemos quién es la persona.
La voz es la persona.

Vivimos (¿de repente? ¿fue ocurriendo?) en los últimos tiempos un reverdecer del sonido de la voz. Los audios de WhatsApp son moneda corriente. Porque son gratuitos, porque permiten una charla pausada, por turnos, ciertamente artificial pero ordenada por la mediación. Y son un boom absoluto. La gran mayoría de las personas los usa. Están nuestras voces. Somos nosotros en esos audios viajando alrededor del mundo, en nuestras cotidianidades.

La voz nos hace reír, nos hace llorar. Pensamos, reflexionamos, sonreímos, nos peleamos con voces… En esta ¿nueva? era de la voz las personas volvemos a ser protagonistas. Los dispositivos buscan engañar la mediación, que estemos más cerca, que seamos más nosotros.

Las llamadas de WhatsApp, por su parte, no han hecho más que revivir el teléfono. Mucha gente sigue hablando por teléfono (¿hace cuánto que no hablas por teléfono? ¿lo haces seguido? ¿más o menos que antes?), y las aplicaciones más importantes de comunicación incluyen esta característica por definición. Ya no pueden faltar nuestras voces. Tampoco nuestras caras, la comunicación en video no es ninguna novedad. Pero nos centraremos aquí en la voz…

Como la voz es la persona, con ella alcanza para reconocernos. Y para reconocer a otras personas. Con solo escuchar tres palabras sabremos si habla Messi, Donald Trump o Madonna. Con menos aún podemos reconocer a nuestra madre, a nuestro padre, a un amigo. Las voces son las personas y no hace falta más.

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En este contexto, podemos analizar el reciente reverdecer de los documentos sonoros…

En los últimos tiempos en Argentina, de la mano de escuchas telefónicas, sean legales o ilegales, viene creciendo una ola: escuchamos las voces de dirigentes políticos o político-deportivos, manteniendo charlas privadas con pares o subordinados (o ambas cosas) sobre tópicos candentes. Con opiniones personales, con manejos poco claros, con impunidades varias. Las banderas políticas pondrán al público en distintas veredas, las opiniones dividen aguas y generan conflictos, desconfianzas, o nuevas operaciones políticas. Eso nos excede en estas líneas. Pero no podemos soslayar que, esas voces, en esas conversaciones, son reales. La voz es condición suficiente para la credibilidad.

Vendrán más escuchas telefónicas, la tapa de la olla recién parece abrirse en el país. Como una moda que llega, la práctica de filtrar escuchas telefónicas seguramente se reiterará. “¿Será 2017 una competencia de filtraciones?” se pregunta Martín Becerra en un artículo reciente en su blog. Creemos que es muy posible. Pero de lo que estamos seguros es que, si esas nuevas escuchas salen a la luz, siempre tendremos la certeza de que esa persona dijo lo que dijo. Porque esa persona es su voz…

El fenómeno se viene dando además, en varios países de la región. Los casos son incontables. Con el aporte de las oficinas del CPR en Colombia y Perú destacamos los escándalos por escuchas, filtraciones, difusión de chats o llamadas telefónicas en casos resonantes de corrupción y acoso. En Colombia, hace alrededor de un año, el Defensor del Pueblo perdió su cargo denunciado por acoso laboral y sexual. En Perú, por otra parte, el “chuponeo” es moneda corriente y los casos se han multiplicado en los últimos años, con servicios de inteligencia, periodistas, fiscales, políticos y jueces, en diversos casos de teléfonos intervenidos. Como un antecedente, entre tantos, podemos rescatar el “Piñeragate” (también conocido como “Kiotazo” por la marca de grabadora utilizada) a comienzos de los ´90 en Chile, cuando la difusión de una conversación del entonces senador Sebastián Piñera devino en un escándalo en medio de la campaña electoral.

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La voz es sonido. Nos interpela racionalmente pero también sensiblemente. Nos habla adentro del cuerpo. Confiamos en ella, la sentimos cerca. Nuestra capacidad para distinguir pequeñas variaciones en la voz, ya sea para reconocer al interlocutor como para percibir sus estados de ánimo, colocan al documento sonoro basado en la voz del lado de lo veraz. Así lo entendieron los documentalistas sonoros, que realzan el valor de la voz no solo por los textos que transporta sino por el modo en que lo hace. El valor de verdad que otorgamos a una voz se hace sin mucha mediación racional; es algo físico, sensitivo. Nos metemos en el mundo del sonido como algo dado, real, presente, evidente. Y el sonido nunca ha perdido ese poder, contra lo que nos quiere hacer creer la era de la cultura visual. Podríamos decir que la era del sonido, la era de la voz, ha recomenzado. ¿Qué hará la radio para aprovecharlo?

Colaboración: Francisco Godinez Galay (CPR Argentina), Mónica Valdés (CPR Colombia) y Carol Torres Villachica (CPR Perú).

Oír para creer: la era de la voz

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