La aparición de nuevos “fenómenos” comunicacionales como resultado de la ola del desarrollo de Internet, ocasionó a inicios de siglo preguntas recurrentes como qué sería del papel, qué sería de la televisión, y claro, qué sería de la radio.
Y aunque por ese tiempo también nos imaginábamos que para este entonces tendríamos autos voladores, lo cierto es que hemos sufrido una avalancha de cambios, y que los medios no han podido mantenerse indiferentes a ella.
Ya lo decía Cebrián en 1999: “una de las grandes cuestiones que hay que debatir es si se trata de extensiones de la radio y de la ciberradio o si se trata de fenómenos que se distancian tanto que habrá que empezar a incorporar otras denominaciones más propias de un planteamiento general del audio que de la radio”.
Y es que tal vez la teoría que más golpea al audio en la era del Internet es que dentro de sus desventajas principales está la dificultad de viralizarse, en un tiempo donde los números son tan importantes.
Ante esto, aparecen herramientas con las que se puede transcribir lo que se registra en el audio, para luego destacar una frase y convertirla en una publicación para redes sociales.
Ahí es donde empezamos a preguntarnos si realmente la era del scroll puede obligarnos a dibujar todo lo que escuchamos para que pueda tener el impacto que esperamos (o que nos hacen creer que necesitamos).
En el mismo contexto nacen funcionalidades como el guardado de extractos de audio en Soundcloud, o la aplicación Janus para compartir un momento exacto de un programa o de una pieza musical.
Y como no podía ser de otra manera, bajo esta necesidad forzada, aparece Youtube con distintas propuestas para incentivar su uso en la publicación y escucha de audios.
Tal vez todo empezó con los botones de sindicalización (llamados también botones sociales) que, no por casualidad, la mayoría de las herramientas online traen consigo, y donde Google tiene su mayor presencia con Youtube.
Algunos podcasters manifiestan que la publicación de sus contenidos en Youtube fue casi sin darse cuenta. Al inicio todo era “para probar” o simplemente para agregar canales de escucha a sus contenidos de manera que tuvieran más oportunidad de amplificar su alcance.
Lo que pasa actualmente es que estos audios en Youtube suelen llegar a tener el doble, el triple, diez veces más o simplemente mucho más reproducciones que en plataformas especializadas como Spreaker o ivoox, y claro, todo se le debe a los algoritmos de Google.
En la mayoría de los casos, el consumo de los contenidos de un canal de Youtube, sea solo audio o audio con video, se da fuera del canal mismo. Es decir que, si bien la cantidad de suscriptores puede acercarnos a la afinidad de cierto grupo con el contenido del canal, y quienes estarán más propensos a consumirlo de manera directa, no representa de manera exacta el alcance potencial que va a tener este material.
Lo que realmente pasa es que Youtube ofrece el material una y otra vez por medio de sus distintas ubicaciones, con el fin de mantenernos enganchados a su plataforma y, por supuesto, tener más inventario comercial para ofrecer a los anunciantes.
No en vano Google trabaja en distintas maneras de explotar sus productos con el fin de adueñarse también del terreno del audio, y al algoritmo de Youtube se le suma el nuevo SEO de audio, criterios y lineamientos para optimizar el contenido de los podcasts para aparecer más en Google; el guardado de sesión y el “trackeo” de la geolocalización para permitir el consumo multidispositivo y empujarnos a consumir o terminar de consumir un contenido; y, por supuesto, las traducciones.
Por lo pronto, pareciera que el audio es el más reciente invitado al festín de los datos que viene organizando Google desde hace algún tiempo. Y la verdad es que resulta muy difícil resistirse a tal invitación sobre todo cuando, de nuevo, estamos en la era de los numeritos (fáciles).
Pero es inevitable preguntarse también qué audios se quedan fuera de la invitación a esa fiesta, cuando el que decide quién entra es un algoritmo a quien nadie conoce realmente, y por lo tanto, nadie audita.