Provocaciones iniciales en torno al rol de la radio comunitaria y socialismo, democracia, comunidad y ciudadanía.
¿Qué tienen para decir hoy las radios comunitarias en el mundo? En tiempos de fake news y posverdad globalizada, de desprestigio de las grandes corporaciones mediáticas y desfinanciamiento de los medios públicos, cuando no son en realidad gubernamentales, ¿qué ofrece la radio de fines sociales como diferencial?
Intentaremos evadir las definiciones repetidas hasta el hartazgo de lo que es una radio comunitaria porque, y es algo sobre lo cual deberemos reflexionar, esas definiciones deben ser actualizadas, cuestionadas, y puestas en relación a lo que efectivamente hacen; venimos arrastrando caracterizaciones de la radio comunitaria que no han sabido salirse de la potencialidad para averiguar si efectivamente sucede lo que decimos que sucede, ni han sabido ponerse en un contexto de globalización, de auge de las tecnologías, de advenimiento de la Internet y otros fenómenos que incluyen los derechos de comunicación y las apropiaciones sociales. Hablamos de participación, compromiso social, horizontalidad, agenda alternativa, disputa de sentidos, creatividad, originalidad, comunidad, como términos clave que a veces solo definen el potencial de las radios pero no describen completamente lo que en concreto realizan en el día a día. Debemos revisar nuestros conceptos, exprimirlos, resignificarlos, reposicionarlos.
Hoy debemos reinterpretar el rol socialista de las radios comunitarias. Sí, socialista, inclusive tras el fracaso del socialismo en el mundo; socialista como se entiende un nuevo socialismo, y así como las radios comunitarias sepan y decidan construirlo. Un socialismo entendido en sentido amplio no partidario ni dogmático, sino como un escenario a alcanzar en el cual sea posible y concreta la redistribución, donde se profundice la lucha por los derechos y el horizonte sea la vida digna para las mayorías más allá de lo que el mercado dicte. Un socialismo entendido como una democracia pero sin la cara lavada liberal de lo políticamente correcto, sino como aquella democracia viva, la del debate, de la discusión, de la posibilidad de transformación no exenta de tensiones. Un socialismo que encarne una democracia de las garantías y la dignidad, y no solo la tramposa democracia de la posibilidad. Es allí donde la radio comunitaria tiene para aportar categorías como ningún otro espacio, categorías capaces de construir un cambio de paradigma, que sean punta de lanza de una efectiva transformación hacia ese escenario más justo.
Por un lado, tenemos el concepto de comunidad, que encarna una opción colectiva por sobre el reinado del individualismo que propone el neoliberalismo. El sálvese quien pueda premiado por el mercado, la meritocracia que funciona de excusa para que los ricos sigan sometiendo a los pobres (incluso culpándolos de su pobreza), el ascenso social individual y el éxito personal como protagonistas de la vida social, cultural y política. Al menos desde lo conceptual (y en muchos casos, también desde lo práctico), el valor de la comunidad que pueden ofrecer las radios de fines sociales puede hacer frente al paradigma actual, y entenderse desde el hecho de que la supervivencia del ser humano se basa en la cooperación, en la solidaridad, en la comunicación como herramienta constructora de alternativas concretas para facilitar el acceso a la dignidad. Y eso no se puede hacer si no es de forma colectiva, en el común. Las radios comunitarias no deberían perder de vista este rol, el de romper con el individualismo como única respuesta para la crisis y única posibilidad de desarrollo. Lo que hacen o pueden hacer para aportar en una visión socialista del mundo es demostrar que lo colectivo sirve más que lo individual.
Relacionado con lo anterior, la categoría de ciudadanía, muchas veces propuesta para definir a este tipo de medios, también es un aporte al cambio de paradigma basado en lo individual y en lo mercantil. Se trata de ejercer derechos, pero también de edificarlos. Se trata de amplificar la voz, de que aquello que pienso y opino puede interesar a alguien y de que nos interesa a todos porque puede generar ideas colectivas que redunden en mejorar las condiciones de vida de todos/as los que integramos la comunidad. El éxito, por tanto, no es ni individual ni basado en la acumulación económica: el éxito es colectivo y se asienta en lograr buenas condiciones de vida y un devenir digno para los cuales es causa -pero también alimenta su consecuencia- ejercer la ciudadanía. La ciudadanía no debe entenderse en clave de libertades individuales: esa es la trampa del capitalismo. Ciudadanía es colectividad, es comunidad, y las radios sociales tienen en sus manos la posibilidad de proponer esa estructura conceptual para cambiar el mundo.