El horizonte social de los medios de comunicación

Creemos en una comunicación socialista. Las palabras vertidas por Alberto Fernández nos permiten reflexionar sobre ella.

Creemos en una comunicación socialista. Socialista en el sentido amplio (no nos corran con Venezuela ni con la URSS, que nadie se escandaliza tanto por las tragedias que provoca el capitalismo). Socialista en el sentido de entender a la ciudadanía como un conjunto de personas que conviven y ejercen derechos, como un colectivo conformado por individuos que deben vivir con dignidad, que no deben padecer hambre. Ese hambre que el capitalismo ubica en el núcleo de su programa.

El precandidato a la presidencia, Alberto Fernández, dijo recientemente en una entrevista a Tiempo Argentino que la comunicación es un negocio, y que es un error ”que un tercio del espectro debe estar en manos de ONGs y de entidades sin fines de lucro. Porque no podés dejar en manos de una entidad sin fines de lucro un proyecto comercial”. Es verdad que una porción importante de la comunicación se ejerce como parte de un negocio; de un negocio fenomenal. Pero eso no agota, ni mucho menos, la definición de comunicación, la necesidad humana de su ejercicio y su utilidad social. Porque también hay quienes hacen negocio con la salud y la educación, y a nadie se le ocurriría decir que son un negocio.

El derecho a la comunicación es un derecho fundamental por cuanto abraza una gran serie de derechos importantes para la convivencia, como la libertad de expresión, el derecho a la información, el derecho a la protesta, la libertad de prensa, y hasta el derecho al ocio y un largo etcétera. Y además porque es piedra de toque para mejorar el ejercicio de toda la gama de derechos.

Tiene razón el precandidato cuando dice que la Ley de Medios (sic) no funcionó porque de hecho Clarín ahora es más grande que antes. El gobierno anterior no pudo con la concentración. El próximo, ¿querrá? ¿Queremos una sociedad con unos pocos actores acaparando el micrófono? Una sociedad como la que pensamos, no.

Poner a la comunicación en términos de negocio desplaza automáticamente la utilidad o pertinencia de medios sin fines de lucro, claro. Pero partir de una premisa equivocada, pervierte el silogismo. Comparar a los medios sin fines de lucro con los comerciales es una trampa. Que hoy sea mayoritariamente un negocio no supone ni que eso esté bien, ni que eso no pueda (y deba) modificarse. Una sociedad socialista es una sociedad de dignidad y derechos, una donde la comunicación se ejerce porque es necesaria, virtuosa, útil, y porque para las grandes mayorías el negocio queda muy lejos de su experiencia.

Aquí hay un punto sumamente relevante que quizás desconozca el precandidato: la expresión y la comunicación contribuyen a la realización individual y colectiva, construyen comunidad, reafirman el yo (y el nosotrxs), sirven para canalizar frustraciones y para construir soluciones en cooperación. Vivimos en sociedad porque necesitamos cooperar para sobrevivir. Y eso se hace comunicándonos. Y esto funciona más allá de los niveles de rating, la competencia por la torta publicitaria o la rentabilidad. Los medios masivos de comunicación funcionan amplificando esas voces para fortalecer esos derechos. La posibilidad de que una persona acceda a un micrófono para que su voz sea escuchada por fuera de sus cuatro paredes, transforma esa vida y la mejora. Sino, el precandidato se ubica cerca de Jorge Lanata cuando se preguntaba quién iba a escuchar la radio de los wichís. La respuesta era muy simple: los wichís. Y si no la escuchan, por lo menos la hacen. Y eso ya es ejercer un derecho.

Por lo mismo, preocupa que el precandidato crea que los medios públicos deben tender a autosustentarse para no depender del Estado. Si bien la generación de ingresos propios es deseable, la dependencia del Estado se hace clave para asegurar su continuidad, y porque además, como la comunicación es un derecho, el Estado tiene una responsabilidad en que ese derecho se ejerza y les llegue a todas y todos, así como construye caminos, hospitales y puertos. Y sin tenerle miedo a la presencia de contenidos políticos en su programación. Dice Fernández : “Nosotros, cuando teníamos canal 7, estaban los noticieros a los que iban todos y donde se daban todas las noticias. Pero no había programas políticos. Porque en la Argentina no había forma de hacer programas políticos en un medio público”. Los medios públicos no deben ser solo entretenimiento. Es fácil lograr la diversidad y el pluralismo sin meterse en temas espinosos.

En todo caso, resulta positivo que el precandidato exprese lo que cree y sabe. De ese modo, si resulta electo, será más franco el debate y habrá más posibilidades de dialogar sobre qué sistema de medios queremos.

Imagen: Vadim Smakhtin

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